5 Razones por las Cuales soy Hincha de Universitario de Deportes
Hay pasiones que se explican con palabras. Otras, simplemente se sienten. Ser hincha de Universitario de Deportes no es una decisión, es una herencia. Es algo que se lleva en la sangre, en la piel, en la historia familiar.
La “U” no es solo un equipo, es una forma de vivir, de resistir, de creer.
Estas son, para mí, las cinco razones por las cuales no solo sigo a Universitario, sino que lo defiendo, lo sufro y lo amo profundamente:
1. Porque Nací con la Camiseta Puesta
Mi amor por la «U» no comenzó por una moda ni por una final. Nació en casa, en los abrazos de mi padre y las enseñanzas de mi hermano mayor. Desde que tengo uso de razón, ellos me llevaban al estadio.
A los seis años, pisé por primera vez una tribuna. No entendía mucho de táctica, pero sí comprendí que algo sagrado se respiraba ahí: una unión de miles de personas con un mismo sentimiento, una bandera, una causa.
Mi viejo me enseñó a querer al club incluso en los momentos donde no había campeonatos. Me decía: «La «U» se sigue por historia, por garra, por identidad». Y con eso crecí. Aprendí que no todos los clubes tienen alma. Universitario sí.
2. Porque mi Infancia Estuvo Marcada por Glorias Inolvidables
Tuve la suerte de crecer viendo triunfos que hoy son historia. Recuerdo como si fuera ayer ese clásico del 95, cuando Roberto Martínez le dio la victoria a la «U» en un partido que marcó mi niñez. Era un niño y ya sentía lo que significaba ganarle al rival de toda la vida.
Luego vino la época dorada: el tricampeonato del 98 con Esidio sellando la final por penales ante Cristal. El bicampeonato del 99, con ese inolvidable 3-0 a Alianza Lima, donde Chemo del Solar cerró la cuenta con un gol de esos que uno no olvida.
Y el tricampeonato del 2000, cuando dimos la vuelta en casa, en el Monumental, ese templo inmenso que representa tanto como la camiseta misma.
Cada campeonato no fue solo un trofeo: fue un recuerdo, un tatuaje emocional, un momento compartido con familia, amigos, lágrimas y gritos de alegría. Fueron parte de mi formación, de mi crecimiento, de mi identidad.
3. Porque he Aprendido a Amar Incluso en la Derrota
El amor verdadero no se prueba en las victorias, sino en los momentos difíciles. Y Universitario me enseñó eso a lo largo de los años. Después del título del 2000, llegaron tiempos duros.
En el 2009 volvimos a campeonar, esta vez ganándole la final a Alianza con ese mítico gol de Piero Alva en Matute, y la clase de Nolberto Solano en el Monumental.
Después, en el 2013, viajamos a Huancayo para ganarle a Garcilaso y volver a ser campeones.
Pero después vino la sequía. Nueve años sin títulos. Nueve años de sufrimiento, de frustración, de malas decisiones dirigenciales, de ver cómo nuestro club se desmoronaba desde adentro.
Nos enfrentamos al fantasma de la desaparición. Nos quisieron quitar lo que era nuestro. Y ahí entendí algo más profundo: la “U” no solo es fútbol. Es lucha, es resistencia, es conciencia social.
Aprendí de leyes, de política deportiva, de cómo funciona la administración de un club. Marché junto a miles de hinchas para que no destruyan nuestra institución. Peleamos por mantenerla viva. Porque Universitario no se vende. Universitario se defiende.
4. Porque la Camiseta se Lleva en la Sangre, No Solo en la Piel
En el 2018 estuvimos al borde del descenso. Una pesadilla que parecía imposible, pero que tocó nuestra puerta. Y aun así, ahí estuvimos, llenando el estadio, cantando hasta el final, sosteniendo al equipo en el momento más crítico.
En el 2020, en plena pandemia, llegamos a la final y la perdimos con Cristal. Un golpe durísimo. Un dolor raro, distinto. Era una final sin público, sin abrazos, sin tribuna. Pero ese vacío hizo más fuerte el amor.
Incluso sin estar en la cancha, el amor por la «U» no se apaga. Al contrario, se intensifica.
La “U” no depende de resultados. Ser crema es amar a un club que representa valores: entrega, historia, decencia, coraje.
5. Porque Viví el Retorno a la Gloria y el Centenario como un Sueño Cumplido
El 2023 fue la recompensa. La estrella 27 llegó como un grito contenido durante años. Le ganamos la final al rival de siempre. No pudimos estar en la tribuna, porque se jugó en su estadio, pero eso no importó.
La celebración fue igual de grande, igual de auténtica. Lloramos, reímos, nos abrazamos a la distancia. Era nuestra.
Y luego llegó el 2024, el año soñado: el centenario. 100 años de historia, de gloria, de lucha. Lo vivimos intensamente, porque sabíamos que era único. Y no lo dejamos pasar. Viajamos a donde fuera necesario.
En mi caso, más de 19 horas en carretera hasta Andahuaylas, para ver a la “U” levantar la estrella 28. Fue una hazaña dentro y fuera de la cancha. Y ahí entendí que no hay límites cuando uno ama.
Porque Gracias a Universitario, hoy Soy Quien Soy
Universitario no solo me formó como hincha. Me formó como persona. Gracias a este club, decidí ser periodista y comunicador.
Gracias a la pasión que me despertó desde pequeño, hoy tengo la dicha de cubrir al equipo que amo, de crear contenido para contar su historia, sus luchas, sus triunfos y también sus dolores.
La “U” me dio una voz. Me dio propósito. Me dio una comunidad.
Conocí a mis mejores amigos gracias a Universitario. Compartí con ellos los mejores momentos de mi vida: abrazos en la tribuna, viajes eternos para seguir al equipo, marchas por justicia, y noches inolvidables de gloria.
Hoy vivo de lo que amo. Y lo que amo nació en esas tribunas, cuando era niño, con los ojos brillando ante una camiseta crema que me enseñó que la vida se vive con garra, con corazón y con dignidad.
Universitario No es Solo un Equipo. Es mi Vida.
Por eso soy hincha de Universitario de Deportes. Y lo seré hasta el último suspiro. Porque donde vaya, la «U» irá conmigo.